RESUMEN Micro Abierto Salamanca, Lunes 9 de mayo de 2011

RESUMEN Micro Abierto Salamanca, Lunes 9 de mayo de 2011

M.A.S. nunca empieza tarde, porque lo hace antes de que se levante su no telón a la hora no prevista pero justo a tiempo. Poco después de las nueve y poco antes de las diez, van llegando los primeros, unos a hacer la prueba de sonido y otros en busca de sitio… Con suerte, algunos encuentran aún una silla libre; más difícil es dar con una mesa en la que no haya ya más de una copa y varias chaquetas a modo de "Reservado"… Uno saluda a unos conocidos y dos o tres que le suenan de algo... Varios fuman varios cigarrillos en la puerta del Esperpento antes de que la música deje de sonar y el micrófono se abra. Algunos intentan ocultar que aún se ponen nerviosos cuando suben al escenario, y otros, encontrar en ese rato apuntes para prepararse el siguiente examen. También hay quien busca una sonrisa o, mejor aún, dar con el teléfono de esa chica que "parece nueva por aquí". Alguno, excepcionalmente, trae un regalo… Y es que M.A.S. es también su antes y su después de cada lunes… Pero este párrafo es demasiado largo para introducir un resumen de su durante, así que vamos al lío…

Veamos… Ane González fue la encargada de abrir la velada… En su boca risueña volvieron a quebrarse, sin embargo, algunos versos que dolían como una sonrisa que solo se piensa. Podéis visitar su blog aquí.

Al aire que dejó Ane, sumó unas gotas más de melancolía Fernando Maés, quien con sus canciones vino a recordarnos que se iban a cumplir dos años de la muerte de Antonio Vega y que, por esta razón, el sábado 14 de mayo, dará un concierto-homenaje benéfico en El Savor junto a Andrés Sudón y La Caja de Alcapone (más detalles en Facebook).

Llegó el turno del rapsoda más enérgico y acelerado que haya pasado por el escenario de la Sala Alquimista: Luis Somoza. Leyó un texto que, según dijo, escribió ya hace unos cinco años, con lo que demostró que su personal forma trágico-ácida de enlazar palabras ya es estilo.


El final de la primera parte, breve -que no corta- llegó sin previo aviso con Shane y Anette, que invadieron el espacio de sensualidad musical. La guitarra suave de él bailó con la voz provocativa de ella, mientras los demás ejercíamos de voyeurs consentidos de su cadencia. Definitivamente, es primavera…




Con música cerramos la primera parte y con música empezamos la segunda, esta vez clásica, de la mano y el pulso, cada vez menos nervioso, de Guillermo Toda, que de lunes a lunes, con paciencia, alguna que otra cerveza y repetidas escalas, va ganando confianza, la propia y la ajena, con cierto humor y alguna que otra inocente amenaza del tipo: “Pienso terminar la canción, aunque me aplaudáis”.

Para que haya espontáneos, tiene que haber tiempo y espontáneos; a veces pasan las dos cosas; a veces no hay espontáneos. Pero en esta ocasión hubo dos. Hasta ese momento habíamos disfrutado de música y poesía; hacía falta un relato y lo trajo Luis Forero, excelente narrador, en su móvil última generación, también excelente.


Como Forero mencionó, en el uso de este dispositivo para estos actos, seguía los pasos de quien fue el segundo espontáneo, el poeta Andrés Catalán. Esta vez y tras hacer un esfuerzo visible en el descanso, descartó la opción tecnológica y empleó su memoria para recitar el magnífico texto de Juan Carlos Mestre “Cavalo morto”.

El día que se escribe este resumen (jueves 12 de mayo) tiene lugar un recital que quiere ser una despedida, a cargo de Luis Llorente y Máximo Somolinos. Fue este último quien, antes de que llegara galopando el caballo de Mestre, tomó el micrófono para hablarnos de ello. No supo decirnos muy bien dónde era, pero sí que podéis verlo aquí. Además, apelando una vez más a su memoria, dejó un largo poema sobrevolando la noche, que no quería aún pijama.

El broche de este M.A.S. lo pusieron Sara Clark y Borja Aguiló cantando a dúo. (Por cierto, decía al principio de este largo resumen que alguien trajo un regalo: el regalo fue este interesante y bonito libro. Gracias, Borja.) Hacía tiempo que esta pareja no pisaba el escenario, y volver a verlos compartiendo —y a veces quitándose— el micrófono fue la mejor forma de terminar esta parte de la noche para dar paso a la más canalla: copas y cócteles, charlas y risas, y más de un beso (que yo lo vi) para volver, nuevamente, loco al tiempo y hacer que el lunes fuera viernes.


Editorial Delirio

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