Este lunes, como todos los lunes, fue un lunes de Micro Abierto: la puerta estaba abierta, las escaleras se abrían, las sillas también abiertas y todos se caían al suelo; el tema era la política y hablamos mucho de ello a través del silencio y otras veces no dijimos nada, encerrados como pelotas, como un ovillo de lana que, si se tira del hilo, se desovilla, todas esas cosas de la corrupción; cómo nos gustan los rascacielos. Este es el resumen de lo que ocurrió:
Ben Clark llegó vestido con sus mejores prendas de ropa, parecía el Marqués de Santillana en sus mejores tiempos; llegó e hizo una presentación según el criterio básico de Hemingway: para hablar de política hay que hablar de todo menos de política. Nos reímos mucho juntos y felices, no comiendo perdices.
Sofía Montero hizo un discurso electoral como preámbulo a la lectura de sus poemas y anunció que iba a hablar de las montañas. Sus poemas delicados como agujas pequeñas que apenas rozan tu piel, erizándola.
Fran Álvarez leyó un nuevo tríptico de poemas rimados sobre los sentimientos, sus características, el dolor de lo que parece no doler aunque nos esté reventando por dentro.
Luis Somoza estaba dispuesto a enloquecernos con sus poemas terriblemente divertidos, enrevesados, maravillosamente melacólicos, póstumos y penetrantes, y así bajó del escenario, habiéndonos perforado a todos el corazón; o cualquier otra parte del cuerpo.
Miguel López fue el único monologuista de este lunes. Al más puro estilo club de la comedia fue desenvainando uno más de sus episodios minúsculos y divertidos de su vida corpusculamente física. En este caso habló del día en que se quedó encerrado en un aula de informática e hizo de todo para salir de allí.
Mercedes Orrego es síntoma de brevedad, voz dulce y extraordinaria, con la potencia que tiene todo aquello que entra con suavidad para dejar en nosotros paisajes alucinógenos, pequeños momentos de visión epifánica.
Míchel Gasco volvió a tocarnos el Laud Árabe. Dos piezas especiadas, compuestas una vez, tiempo atrás, en la ruta de la seda mientra se fumaba una pipa de marihuana, sobre un camello motorizado y algunos dátiles a modo de tentempié, cruzando fronteras y perdiendo países, siendo extranjero siempre.
Fabio de la Flor leyó uno de los singles de Enemigos de Jardín (podéis escucharlo en el link): La Tesis sobre Amaia Montero, un pequeño ensayo en clave postmoderno en el que se explica por qué esta mujer es una artista tan mala. Risas y aplausos y más risas, risas en los baños y en las farolas de la calle, sobre los hombros de los guardaespaldas del alcalde, que son monos, y en todo aquello que se parecía a una boca. Al terminar toda la ciudad reía espasmódicamente rodando por el suelo y, de paso, barriéndolo (así brillaba al día siguiente).
Luis Forero, un escritor que vivió muchos años en el desierto de Sonora, hablando con cactus y otras especies de lagartos, allí aprendió mucho sobre literatura reptil y ahora viene a mostrarnos lo que hace; este lunes con una nueva entonación y renovada fuerza. Aquí su blog: Teatro para locos.
Andrés Catalán leyó unos poemas goliárdicos contemporáneos que hablaban de Etiopes con pito grande, de amores trucados en la fatalidad, gallinas, cursos mal cursados de universidad. Todas las risas para él y todos los aplausos reverberando en los gin-tonics de los demás.
Ben Clark también leyó un poema goliárdico, del mismo libro, que podéis ver aquí.
Emilio Papel recitó de memoria uno de sus poemas, fiel a su estilo más rítmico, todas las palabras eran una sensación como quién ve un cuadro de Kandinsky y no sabe si ponerse a llorar de emoción o si robárselo para su casa. A Emilio lo robaron hacia las dos de la madrugada: fue una dulce muchacha de finos brazos de estrecha pasión paralela. Se busca.
Borja Aguiló tocó una versión de un poema del poeta sobre el que hace la tesis: Roethke, mostrando su gran pasión por él y por los difuntos celebradores de las montañas. Después tocó una pieza de Enemigos de Jardín: La Chica de la filmoteca, que podéis ver aquí, magnífica canción de un amor truncado en una filmoteca de Catalunya, la patria de todos los melenudos y comedores de spaguetti.
Carmen Crespo leyó unos relatos reflexivos que nos sumieron en el incomprensible desenrollamiento de nuestros cerebros que, como alfombras, quedaron esparcidos por el suelo e impresionados por la violencia de un disparo oído a lo lejos (la Duquesa de Alba estaba cazando jovencitos a esa hora).
Luis Salgado cerró el evento con una gloriosa intervención rapera y crítica y paranoicocrítica y paranoicamenteparanoicocrítica y parabienparanoicamenteparanoicocrítica, y así sucesivamente, hasta que nos quedamos sin voz y bebimos y bebimos y la noche se cerró sobre sí misma y nadie habló de política porque de madrugada no se habla de política, el congreso de los diputados está cerrado, y si está abierto está vacío, y si está lleno es porque hay cátering gratis, y así es todo, una cosa que lleva otra, y otra que lleva a una cosa, un círculo, Karl Popper por ahí, tomando pinchos de merluza; buenas noches.
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