El Lunes 13 asistimos una vez más a Micro Abierto. Un frío notable, exámenes y el río creciendo. Pronto nevará en el Hall de nuestra casa. Fue, sin embargo, uno de los Micro Abiertos más completos a los que hemos asistido.
Borja Aguiló y Sara Clark tocaron una versión de Decemberists y otra de Nick Cave con Pj Harvey, a dúo y casi enamorados, o quizá totalmente enamorados. Las cosas del escenario y su ficción son difíciles de distinguir. Pero no importa que fingieran o que sus gestos fueran verdaderos: nos emocionaron igual.
Óscar Rodríguez, que visitándonos desde lejanas tierras planteó un enigma poético para el público. Un hombre que vive en el extremo, cuya poesía es de un nivel muy alto. Alguien me dijo el otro día que vive en una pequeña casa junto a un río, con una copa llena de arroz y ginebra que mezcla de manera aleatoria y bebe mientras lee el periódico, porque le gustan las mezclas diabólicas, como el chocolate con las palomitas o el helado con las patatas fritas (mezclas muy recomendables, por cierto).
Curro, leyó un texto de un blog en el que se parodiaban las actuaciones del gobierno contra los controladores aéreos en relación con su actuación en la situación actual internacional.
Luis Llorente leyó un poema propio, recitado de memoria. Pero quería, inicialmente, leer uno de Dámaso Alonso. Lo animo desde aquí a que lo haga el próximo día :).
Cristina Parapar, hermoso apellido, tocó una pieza instrumental al piano. Sin brusquedad, elegante, cada movimiento de sus dedos era una continuidad de parques que florecen.
Alvaro y Juan, Los primos terceros, tocaron su single, Cerdas Mierdas, que habla de un amor frustrado muy escatológico. Hay que tener fe en cosas que no son Dios, pero que se llaman de la misma forma, para comprender que en lo más abyecto también hay hermosura. De la misma manera con la que se sabe ya que, debajo de cada flor, hay una horrorosa raíz.
Emilio Papel leyó alguno de los poemas que hace unos años estuvieron en todas las marquesinas de Salamanca (Vendo y Compro, fijaos en su camiseta, una doble imagen especular, y un poemario muy bueno, por cierto, ya a la venta en la pequeña librería del Esperpento -por cada libro que compres, te regalan un póster con un poema impreso-).
Guido leyó un texto sobre el hecho de ser extranjero, en concreto erasmus, en una ciudad como Salamanca, mientras le acompañaba a la guitarra Paul Meyer. Guido se despide de nosotros. Quizá sus acompañantes también, no lo sé. Me gustaba verles cada lunes en la misma esquina. Desde su perspectiva lateral las cosas se ven de otra forma. Por eso eran los que más se reían.
Luis Somoza subió y leyó algunos poemas. Son irresistiblemente tragicómicos, alta calidad.
El grupo Mala Estrella hizo reír con dos piezas muy graciosas, una de ellas una suerte de flamenco en memoria del difunto Enrique Morente y la otra una canción de Javier Krahe, que podéis ver aquí.
Teresa Martín llegó como una melodía de primavera cuando todo es ya hielo para leernos alguno de sus poemas, de sus frágiles poemas.
Sofía Montero, como nos tiene acostumbrados, leyó algún poema delicado extraído directamente desde su último libro, Hojal para la magia.
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